
Cuando al Ave Fénix le llega la hora de su fin, construye un nido de sándalo y otras maderas y hierbas resinosas y perfumadas, en lo alto de una montaña de la lejana Arabia, donde vive.
Echado sobre él abriendo las esplendorosas alas, la luz del sol consume ave y nido, mientras el Fénix canta su mas bella canción y todo queda convertido en perfumadas cenizas.
Pero entre los restos del incendio aparece un huevo, que el calor del sol se encarga de empollar, y aquí nuevamente nace el Ave Fénix, brillante como la luz del sol y alimentado por ella. Cuando ha crecido suficiente, el joven pájaro recoge las cenizas y volando hacia Egipto las esparce en el templo de Osiris.
En algunas ocasiones me gustaría ser como el Ave Fénix, resurgir de nuevo, mucho más fuerte y llena de energia. Por eso hoy, recojo mis cenizas y emprendo vuelo en este nuevo blog.
Abre bien tus alas si quieres acompañarme.